Analicemos Nuestras Cuestiones

January 12, 2015 12:42 PM

Era la época de Ronald Reagan, un presidente de dos mandatos consecutivos, que creía en los recortes de impuestos para los ricos y en los recortes de beneficios para los más necesitados. Era una época en que Reagan, quien había sido, él mismo, presidente del sindicato de actores de la pantalla (el Screen Actors’ Guild), despidió a 12.000 controladores aéreos  por haber hecho huelga por cuestiones de seguridad. Era un período en que el gobierno de Reagan disminuyó las leyes de salud y de seguridad laboral, un momento histórico en que se elevó en silencio la edad reglamentaria para recibir beneficios del Seguro Social, y un momento en que los EE.UU. invadieron Granada, un país del tamaño de Staten Island, en un ejercicio que, muchos pensaron, tan sólo pretendía mostrar lo poderoso que era nuestro ejército.

Era un período en que Estados Unidos parecía perder el rumbo. Donde una vez habíamos sido un país que creía que su riqueza debía ser compartida por todos, la década de los ochentas se había convertido en una década en la que a los más necesitados se les dijo que tenían que esperar a que la asistencia se les “goteara” desde los que estaban más arriba. En un país en que debería haberse celebrado la diversidad de su población, las políticas de exclusión fueron las practicadas por la Casa Blanca.

Era una época en que muchos sintieron que las ideas progresistas eran una cosa del pasado. Eran tiempos difíciles para demasiados. Pero en ese momento muy difícil hubo una voz que trajo la esperanza de que esas iniciativas –junto a Reagan y a la ola de la codicia personal y empresarial que las acompañaba - algún día desaparecerían. Esa voz pertenecía a Mario Cuomo, quién falleció este ultimo día de Año Nuevo.

Nadie debería haberse sorprendido de que el corazón de Mario Cuomo estuviera en el lugar correcto. Él sabía de lucha y de trabajo duro. Era hijo de inmigrantes que habían llegado a Nueva York en busca del sueño americano y que se habían deslomado para encontrarlo. Cuomo lo sabía bien y se puso a estudiar en facultad de derecho de la Universidad Saint John’s, donde se graduó con el promedio más alto en su clase en 1956.

Haberse graduado con el promedio más alto en su clase de la escuela de derecho no es un logro menor. A pesar de ello, Mario Cuomo descubrió que su etnia italiana provocaba el rechazo de más de 50 bufetes de abogados en donde solicitó empleo. Cuando finalmente fue contratado, por una pequeña firma en Brooklyn, Cuomo realmente se puso a trabajar. Se hizo organizador comunitario.

El trabajo de Cuomo como organizador comunitario le hizo bastante conocido en Queens, donde defendió firmemente a un grupo de propietarios de viviendas que iban a perder sus casas, y evitó que un desarrollador con conexiones políticas construyera en Willow Lake, Queens, que hoy es parte de un parque disfrutado por cientos de miles de visitantes cada año.

Cuomo recibió un nombramiento de la administración de la ciudad de Nueva York por el alcalde John Lindsay en 1972 . Taños más tarde, en 1975, el gobernador Hugh Carey lo designó como Secretario de Estado de Nueva York.

Dos años más tarde, Cuomo se postuló en la primaria demócrata a la alcaldía de Nueva York. Fue derrotado por Ed Koch, mayormente debido a que Cuomo se negó a retractarse de su oposición a la pena de muerte, que en 1977 tenía un fuerte apoyo público.

A pesar de su oposición a la pena de muerte le costara la elección a intendente de Nueva York en 1977, Mario Cuomo era firme en sus creencias. Él dijo: “He estudiado la pena de muerte durante más de la mitad de mi vida. He escuchado todos los argumentos, analizado todas las pruebas, he medido a la opinión pública cuando se oponía a la práctica, cuando le era indiferente, y cuando estaba apasionadamente a favor. Siempre he concluido que la pena de muerte está mal porque nos rebaja a todos nosotros. Se trata de una entrega a lo peor que hay en nosotros; se utiliza un poder, el poder oficial para matar por la ejecución, que nunca ha elevado una sociedad, nunca trajo una vida, nunca ha inspirado nada más que el odio. Y, ha matado a muchas personas inocentes.

Como gobernador de Nueva York, Mario Cuomo vetó la pena de muerte cada vez que la legislatura estatal intentaba restablecerla. Sabiendo lo que sabemos hoy en día, esto probablemente salvó la vida de una docena o más personas inocentes, falsamente condenados por delitos que no habían cometido.

Ese es el tipo de voz que Mario Cuomo añadió al debate público. En  La Convención Demócrata Nacional de 1984 habló de millones personas que no creían tener voz. Ocho años más tarde, cuando puso el nombre de Bill Clinton en la nominación a la presidencia, él ayudó a elevar el nivel de vida de millones que estaban cansados de 12 años de teorías de “goteo” y de prácticas neoliberales, que habían dejado a demasiados en estado de necesidad.

Como gobernador de Nueva York, Mario Cuomo tuvo numerosos logros, muchos de los cuales se han nombrado en los últimos días. Él marcó su estampa cuando se afirmó en contra de la pena de muerte, en un momento en que era popular el apoyo a la ejecución. Vio la administración Reagan como lo que realmente era, cuando tantos otros no querían verla, y habló de compartir y del cuidado de todas las personas en nuestro país, en un momento en que muchos de los que disfrutaban de prosperidad no querían escucharlo. Gracias, Mario Cuomo.