El “Acuerdo para Toda la Industria” (“IWA”, por sus siglas en inglés), es el contrato maestro de la Unión del Hotel Trades Council con la Hotel Association of New York City, Inc. (que es la unión de los dueños de hoteles). Actualmente, el IWA cubre a 28,000 miembros del Hotel Trades Council en la Ciudad de Nueva York, la gran mayoría de los miembros de nuestra Unión, incluyendo a los empleados de cada tipo de hotel y motel, grande y pequeño, no sólo en el centro de Manhattan sino a través de toda la Ciudad de Nueva York, incluyendo los distritos de la ciudad. Esta es la historia de la lucha que tuvo nuestra Unión en 1939 para conseguir el primer IWA.
Introducción
A comienzos de diciembre de 1938, un volante que se distribuyó en los hoteles de la unión, el recientemente creado Hotel Trades Council, informó a los trabajadores de que las negociaciones con la Hotel Association estaban llegando a su culminación:
"Los comités de negociación han estado en una sesión casi continua desde el jueves pasado, con reuniones prácticamente diarias desde entonces. Se sostuvo una prolongada sesión hasta altas horas de la noche del martes y hoy estaba en progreso otra sesión."
El volante difundió éste mensaje: "¡Trabajadores de hoteles! Mantengan unidas sus filas. ¡Tengan una actitud firme!"
Dos semanas más tarde, buenas noticias en un invierno difícil, apareció otro volante. Su introducción era sencilla y jubilosa: "¡Ya llegó!"
Se había hecho realidad un sueño de largos años. Una sucesión de derrotas habían sido convertidas en una victoria. La Unión se había probado a sí misma, y había conseguido el acuerdo con la Hotel Association a un contrato que establecía tarifas salariales, horas y otras condiciones de trabajo; el primero de una sucesión de contratos que han ido sumando logros tras logros y han establecido las condiciones de trabajo actuales.
Ese primer contrato, que se discutió cláusula por cláusula y se aprobó en una reunión masiva de los miembros de la Unión en el Manhattan Center, estipulaba una semana de trabajo de 48 horas y de seis días para la mayoría de los trabajadores, 54 horas para los meseros y asistentes de meseros. Este aumentó los sueldos un promedio de $2, y estableció las siguientes tarifas semanales mínimas típicas:
- Mucamas $14.50
- Meseros $9 (las meseras solo recibían $7.50; solo más adelante fue que la Unión tuvo éxito en ponerle fin a la discriminación salarial contra las mujeres)
- Porteros $4
- Electricistas $30
- Sous chefs $50
- Mozos de chaquetas blancas $24
- Lavaplatos $15
- Bartenders $30
- Operadores de elevadores $19.
(Esas eran las tarifas de los trabajadores de los restaurantes denominados Clase A y de los hoteles transitorios; las tarifas que aplicaban a los comedores designados como Clase B o Clase C o a los hoteles semi-transitorios y residenciales eran más bajas.)
Y el primer contrato consiguió estos otros logros:
- Tiempo y medio después de 10 horas
- Una semana de vacaciones
- Uniformes gratuitos
- El taller de la Unión
- Prohibición de discriminación laboral
Condiciones de trabajo antes del primer contrato
En comparación con las condiciones de trabajo establecidas en el contrato de hoy, ese primer acuerdo no parece ser mucho. Pero la verdadera comparación es con las condiciones que prevalecíann antes del contrato. Póngase en la posición de un trabajador de hotel en los años antes de que se organizara la Unión y que se negociara el primer contrato. Si era una mucama, sus condiciones de trabajo eran las que se describen en un informe de 1935 del Departamento del Trabajo del Estado de Nueva York. En un hotel de la Ciudad de Nueva York, el departamento decía que, "las mucamas trabajan entre 10 y 12 horas diarias. Su sueldo es de $30 al mes (alrededor de $7 a la semana). Cada mucama tiene que ocuparse de 30 habitaciones." Y sobre otro hotel: "Las mucamas trabajan 11 horas al día, 7 días a la semana, y no tienen tiempo libre para almorzar."
Cualquiera que fuese su trabajo, usted lo conseguía muy probablemente pagándole una tarifa a una agencia de empleo. Las tarifas eran exorbitantes. Y muchas de las agencias eran negocios fraudulentos que tenían arreglos turbios con los patronos en los hoteles y compartían las ganacias de esas tarifas con ellos. Podía ser despedido al cabo de unas cuantas semanas para hacer espacio para otro trabajador puesto que, mientras mayor fuese la rotación de personal, más tarifas había para compartir.
Especialmente si era mesero o maletero (en esa época se hubiera llamado botones), estaba en una situación en que el pago de tarifas no se acababa nunca. Los patronos de los meseros, los capitanes de los maleteros y otros patronos ganaban dinero adicional extorsionando trabajadores por un pago semanal a cambio de mantenerlo en el trabajo. Esa práctica se conocía como el soborno.
Trabajaba seis días a la semana y siete días algunas semanas. Si el patrono decía que había que trabajar el séptimo día, uno iba a trabajar. Tal vez recibía un día libre por hacerlo, si el jefe se acordaba o si le daba la gana de dártelo. La mayor parte del tiempo, no lo hacía. Las horas de trabajo eran entre 60 y 72 a la semana; muchas veces en turnos divididos que hacían casi imposible tener alguna otra vida fuera del trabajo. Las horas extra de trabajo eran muchas. La paga por horas extra no existía. Las vacaciones no se conocían.
¿Los sueldos? Según indica el informe del Departamento del Trabajo del Estado de Nueva York, las mucamas ganaban alrededor de $7 a la semana y $8 en los mejores hoteles. La paga de los meseros era de $7 y las meseras ganaban menos, $5.50; a los maleteros se les pagaba desde nada hasta $2, y los trabajadores de mantenimiento ganaban entre $23 y $24.
Ni siquiera encontraría esos pagos en sus sobres de cobro. Los costos de los uniformes y de su lavado se deducían del sueldo. En ese entonces, especialmente para los trabajadores del comedor y la cocina, había multas; es decir, multas por llegar tarde, por romper un plato, por una cuchara faltante, por comerse las sobras de un huésped.
Antes de que los trabajadores de hoteles unieran fuerzas al final de la década de 1930 y consiguieran una Unión y un contrato, a ellos se les consideraba sirvientes; en el mejor de los casos se les trataba de manera condescendiente y con desprecio en el peor de los casos. Éste dibujo animado de 1912 se burla del servilismo que se esperaba de los meseros.
Y se toleraba todo eso porque el país acababa de salir tambaleándose de la Gran Depresión y había millones de personas que aún no tenía ningún tipo de trabajo.
Una descripción de 1912 de la vida de un mesero antes de la Unión, en el New York World, el cual era un diario importante, contaba la historia vívidamente:
- Los meseros trabajaban de 10 a 12 horas al día en turnos divididos, siete días a la semana la mayoría de las semanas. El salario promedio era de 83 centavos al día.
- El mesero, "soborna al mesero principal para que le permita trabajar y al cocinero para que le dé algo de comer."
- "La comida que se le da a la servidumbre es un tal 'cocido irlandés', que es una mezcolanza de todas las sobras. En caso que sobre un poco de éste una segunda vez, se le trata con harina que se dora un poco y pimienta roja y se bautiza como 'estofado'."
- Los meseros se proporcionaban sus propias chaquetas, que costaban entre $6 y $12 cada una. "El simple recurso de proveerles a los meseros chaquetas blancas limpias requeriría hacer un gasto, que aparentemente los patronos de los hoteles no tienen interés en incurrir."
- Ejemplos de las multas: "A un mesero se le impuso una multa de $5 por darle a una cajera una parte de una porción de tortas de trigo que habían sobrado y que un cliente había pagado. A otro se le impuso una multa de 50 centavos por olvidarse servirle a un cliente con un recipiente para lavarse los dedos. Un tercero pagó 50 centavos por dejar caer un cuchillo y otro pagó $1 por tomarse en la despensa un poco del café que había dejado un cliente."
Los que peor estaban, en aquellos años antes de la lista de llamado, eran los meseros adicionales de banquetes, según la reseña del diario World. "Muchos hoteles grandes tienen entre 100 y 200 fiestas de banquetes todos los años. Para esos banquetes, se contratan meseros ‘adicionales’. Estos tienen que presentarse en uniforme completo y, desde luego, bien afeitados y con zapatos bien lustrados.
El gasto de transporte adicional hace que los gastos incidentales de cada mesero para un banquete de esa clase asciendan a cerca de 75 centavos. Todo lo que recibe un mesero por servir en uno de esos banquetes son $2. Cada mesero tiene que servir entre 10 y 16 huéspedes.
"¿Y qué hubo de las propinas? Cuando los meseros de banquetes han servido el café, estos tienen que abandonar el salón de banquetes por orden del mesero principal. Aquellos que sean meseros adicionales reciben su paga y son enviados a casa y los que son ‘encargados de limpieza’ tienen que regresar a sus estaciones en sus respectivos comedores. Cuando el equipo de encargos pide la cuenta, el mesero principal la presenta, recibe un cheque por el banquete y un monto considerable para hacer una distribución prorrateada entre los meseros que sirvieron en el banquete. Sin embargo, ningún mesero recibe ni un centavo de ese dinero."
Si era trabajador de hotel en los días antes de la Unión, se le pagaba una o dos veces al mes, no semanalmente. Esa práctica, además de las bajas tarifas de paga, empujaba a miles de trabajadores de hoteles hacia las garras de los prestamistas.
¿Usted se enfermó? Esa era una situación difícil; no sólo perdía su paga sino que acumulaba las cuentas de los médicos.
Si era negro, tenía el problema adicional de la discriminación. Podría ser que consiguiera un trabajo de menor importancia o sin contacto con el público en algunos hoteles, pero estaría perdiendo su tiempo si solicitaba empleo en algunos de los hoteles de lujo. El hotel que se denominaba de ser el mejor de la ciudad no tenía ni un sólo empleado negro.
Los trabajadores de hoteles no podían protestar contra el trato injusto ya que no había a quién protestar, ni una maquinaria para las querellas, ni un comité del taller y, desde luego, no había un representante de la Unión. Siempre estaba por su cuenta; era un trabajador solitario frente al poder abrumador de la gerencia. Si se convertía en un “busca pleitos”, es decir, alguien que protestaba y contestaba, su nombre se ponía en una lista negra y no podía conseguir trabajo en ningún otro lugar en la industria.
Cuando llegaba el día en que eras demasiado viejo para trabajar, si era uno de los afortunados, tal vez se le daba una pequeña fiesta de despedida y un regalo de la gerencia, pero eso era todo. Las pensiones no existían.
Así es que si se hubiera sentado en el Manhattan Center el 29 de diciembre de 1938 y escuchado la lectura del borrador del contrato, hubiera pensado que era bastante bueno. Es posible que hubiera esperado más, que se haya sentido decepcionado en esto o lo otro. Pero hubiera reconocido los adelantos sólidos, y entendido que la marea había cambiado y que la Unión conseguiría más a medida que pasaran los años.
En enero de 1913, la huelga que comenzó en 1912 estaba comenzando a debilitarse. Aquí los huelguistas, en su mayoría meseros, discuten las cosas al frente de su centro de reunión, Bryant Hall.
En el aniversario de 1964 del primer contrato, el Presidente Jay Rubin, que fue el negociador principal del primer contrato y de todos los contratos desde entonces, hizo este comentario:
"Si se me pidiera resumir lo que hemos logrado el 18 de enero de 1939, yo diría que, por sobre todas las cosas, con la firma del primer contrato, le otorgamos dignidad a una de las categorías más oprimidas y explotadas de trabajadores. La paga miserable, las horas interminables, los despidos fulminantes, los sobornos, las multas, es decir, todas las crudezas y crueldades que marcaron las vidas de los trabajadores de hoteles y culinarios de esas épocas, eran expresiones del desprecio que se les tenía. Se les consideraba sirvientes que no tenían ninguna clase de derechos y quienes, de todas formas, probablemente no sabrían como ejercerlos.”
Rubin describió el primer contrato como "un punto de referencia en la historia de nuestra Unión y del movimiento de las uniónes en Nueva York".
El contrato de 1939 fue una victoria realmente dulce puesto que llegó después de décadas de fracasos y derrotas.
La industria hotelera moderna fue un derivado del crecimiento industrial del último siglo. Muchos de los hoteles surgieron cerca a las estaciones de ferrocarriles y en las áreas de recreo a las que los ricos tenían acceso. Y el movimiento que dio lugar al nacimiento de nuestra Unión, tuvo su comienzo en el sentimiento de esos primeros trabajadores de hoteles en contra del trato servil hacia ellos.
Una vez y otra los trabajadores de hoteles intentaron hacer algo sobre sus miserables condiciones de trabajo.
El primer contrato dio el primer golpe contra los prejuicios laborales
La victoria del primer contrato que se firmó hace más de 80 años también fue la primera victoria de la Unión en su larga lucha contra la discriminación laboral. Los hombres y mujeres que lideraron la campaña exitosa de organización a finales de la década de 1930 entendían que la discriminación era un mal, y que éste era dañino para los intereses de todos los trabajadores de hoteles.
Ellos exigieron y consiguieron la inserción de una cláusula antidiscriminatoria en el segundo contrato en el 1942. Esta ha estado incluida en todos los contratos desde entonces.
Basados en esa cláusula, se han conseguido logros graduales a través de los años. Estos comenzaron de inmediato y fueron registradas con un orgullo especial por parte de la Unión. Un informe anual de esa época a la membresía describe que:
"Como ocurre con frecuencia, los afroamericanos se encontraron a sí mismos siendo objeto especial de la discriminación y esto es algo que el Hotel Trades Council ha combatido continuamente. Fue en el hotel más conocido de la ciudad que la Unión pudo echar abajo esas barreras en la misma semana que aseguró la primera firma. Tres días después que el hotel había acordado el trato con el Council, este contrató a su primer empleado afroamericano. Muchos han sido empleados allí desde entonces."
La determinación de la Unión de aniquilar la discriminación laboral es una parte esencial del fondo del Programa de Capacitación en la Industria, cuyo propósito es permitirles a los trabajadores de hoteles actuales avanzar a mejores trabajos con base en la igualdad de oportunidades.
¿Cómo eran los precios en ese entonces?
El 18 de enero de 1939, el Taft Grill anunciaba su almuerzo por 65 centavos, la cena por $1, y la cena del sábado por $1.25. En el más lujoso Casino-on-the-Park, Essex House, las cenas comenzaban an $1.75. Una cadena de ropa ofrecía los trajes de hombre por $22.50 (en 10 pagos y sin costo alguno por los arreglos). Los zapatos de hombre costaban $4 en la tienda Thom McAnn's. Una tienda por departamentos anunciaba "Abrigos informales de mujer por $18". Los abrigos con cuellos de piel costaban $43.95, y los abrigos completos de piel costaban $98. Una cadena de mercados cobraba entre 23 y 25 centavos la libra de "aves finas criadas con leche". Los huevos costaban 25, 31 y 35 centavos la docena. El café costaba cinco centavos la taza y "2 libras por 29 centavos" para aquellos que aprovecharan la oferta especial de un almacén de víveres. En cuanto a cifras, todos los precios eran mucho más bajos en enero de 1939. Sin embargo, de hecho, eran más altos en relación con los salarios. El trabajador hotelero de hoy en día puede darse el lujo de comprar mucho más.
La vida bajo el contrato del Perro Amarillo
En los archivos de la Unión se encuentran varias tarjetas de salarios de los meseros del Hotel Astor que se remontan a los años 1906 al 1913. El frente y el reverso de las tarjetas cuentan dos historias relacionadas:
Los salarios eran bajos.
La gerencia estaba intentando fuertemente prohibir el unionización.
El frente de la tarjeta indica el sueldo mensual del mesero, menos las multas y deducciones. En 1906, el sueldo de un mesero era de $25 al mes pero éste recibía realmente de $18.33 hacia arriba. En 1912, el sueldo de otro mesero era de $30 al mes pero realmente cobraba tan poco como $11.08 un mes. La tarjeta registra que tenía un día libre cada dos semanas. En 1913, el salario de ese mesero se redujo a $20 al mes, y un mes solo recibió $9.40.
El reverso de la tarjeta contiene el acuerdo que el trabajador tenía que firmar para obtener el trabajo.
Este se denominaba un "contrato de perro amarillo", que era un contrato individual en el que el empleado jura que no es miembro de la Unión, que no se hará miembro, y que no participará en una huelga.
Según el contrato con el Astor, el mesero "acuerda que actualmente no está afiliado, ni se afiliará, como miembro o en otra categoría, a la Unión Internacional de Trabajadores Hoteleros, ni ninguna otra organización afín, ni que promoverá, ayudará o participará, directa o indirectamente, en ninguna huelga contra el negocio del Hotel".
El contrato también le concedía al Astor el derecho a despedir al trabajador sin previo aviso y “a revisar su persona, su baúl, su ropa y sus pertenencias" en cualquier momento.
La huelga de 1912
En 1912, la primera huelga general de los trabajadores de hoteles y restaurantes de la Ciudad de Nueva York inauguró un cuarto de siglo de luchas duras pero inútiles. Al mediodía del 7 de mayo de ese año se oyó un silbato en el comedor del hotel Belmont, en la Calle 42 frente al Grand Central, y 150 meseros, seguidos muy de cerca por los busboys, los cocineros, los lavaplatos e incluso el portero y las mucamas, salieron a la calle. Antes de ser bruscamente dispersados o encarcelados por la policía, estos ondearon pancartas y gritaron consignas que expresaban sus demandas:
- Un día libre cada siete
- Diez dólares a la semana para los meseros y siete dólares para los asistentes de mesero
- Abolir las multas
- Queremos casilleros sanitarios
La huelga se extendió al hotel Plaza, el antiguo Waldorf (en la Quinta Avenida y la Calle 34), el Knickerbocker, restaurantes como Delmonico's y Sherry's, y muchos otros hoteles y restaurantes. En un espacio de dos semanas, unos 18,000 trabajadores de hoteles y restaurantes estaban en huelga.
El 19 de mayo, se llevó a cabo una reunión masiva en el Amsterdam Opera House, en la Calle 44 cerca de la Novena Avenida, en la misma cuadra de las oficinas principales de la Local 6 actualmente.
El New York World reportó que, "todos los asientos estaban ocupados y detrás de la última fila de asientos, el público estaba de pie ocupando el espacio de cinco filas". El Evening Mail describió a los presentes como "meseros, cocineros, encargados de despensa, camareras y todos los demás."
Sin embargo, el dueño enojado de un hotel ofreció otra descripción en una carta a un amigo que llegó a las manos de un amigo de los huelguistas. Este escribió que los huelguistas son una "pandilla despreciable de bribones. Dudo que haya 50 hombres honestos entre ellos. Son un montón de ladrones insignicantes."
Joseph Elster, el representante de la recién establecida Unión Internacional de Trabajadores Hoteleros, reflexionó con mayor entendimiento i que los meseros no podrían conseguir mejores condiciones por sí solos. Este le dijo a la manifestación que "esta no es la lucha de los meseros solamente. También es la lucha de los cocineros, las camareras y todo hombre o mujer empleado en un hotel o en torno a éste."
Sin embargo, la necesidad – la necesidad desesperada – de los trabajadores de hoteles de conseguir un nuevo acuerdo no fue suficiente. La policía reprimió fuertemente las líneas de piquetes y a los manifestantes, y los de la gerencia tuvieron éxito en contratar reemplazos improvisados entre los muchos desempleados. Unos cuantos hoteles, tal como el Plaza, accedieron a algunas de las demandas de los huelguistas, pero la mayoría luchó con todos sus recursos para mantener las cosas como estaban. La Unión estaba poco organizada y mal dirigida y carecía recursos. Esta intentó reclutar a todos los oficios en su lucha pero tuvo muy poco éxito. Los huelguistas se fueron decepcionando y fueron regresando al trabajo, y al final de junio los que quedaban resistentes hasta lo último votaron a favor de cancelar la huelga.
Los más militantes de los huelguistas fueron puestos en la lista negra y expulsados de la industria. Los trabajadores de hoteles hicieron huelgas nuevamente en 1918, en 1929 y en 1934. Los detalles eran diferentes pero la historia era esencialmente la misma que en 1912. Los patronos tenían el poder de la riqueza y todas las fuerzas de la ley a su favor. Las uniones que hacían huelgas estaban mal organizadas, muchas veces ineptamente dirigidas y sin solvencia económica. En su mayoría organizando de uno o dos oficios, y los patronos logrando enemistar una y otra vez a un oficio contra otro y a un grupo nacional contra otro.
Sin embargo, a raíz del fracaso de la huelga del 1934, las cosas comenzaron a cambiar.
Esos eran los años del “New Deal”, de Roosevelt, y el clima era relativamente favorable al movimiento laboral. Eso no quería decir que las uniones surgían automáticamente. Estas tenían que construirse de una forma difícil, con bastante lucha y sacrificio. Sin embargo, los patronos ya no podían estar seguros de la ayuda de los juzgados y la policía.
Entonces, a pesar de todas las derrotas y las listas negras, existía un núcleo sólido de trabajadores de hoteles que entendía que el unionismo era la única opción para ellos y creía que los fracasos del pasado podían convertirse en victorias.
El hombre que soltó la pala
Uno de los que participó en la huelga de 1912 fue Leonardi Santo, un inmigrante italiano cuyo trabajo era palear carbón en el elegante Elks' Club. (En aquellos años la calefacción en los hoteles y los clubes funcionaba con calderas de combustión de carbón).
Santo le dijo a un reportero que él trabajaba 12 horas al día y se le pagaban $30 al mes. Él pagaba $11 al mes de alquiler, y entonces le quedaban solo $19 para pagar todas las demás cuentas de su familia de seis integrantes.
Según dijo, él fue a la huelga con los demás porque prefería ver a hijos consumidos por la pobreza y darle fin a su miseria de una vez en lugar de seguir viviendo medio hambrientos.
El comité organizador de 1937
Surgió un nuevo liderazgo, uno que había estudiado el pasado y, por ende, había aprendido las lecciones necesarias. Los nuevos líderes veían claramente que se requería a todos los trabajadores de hoteles juntos para ganar, que la clave de la victoria era la unidad de todos los oficios y de todos los grupos nacionales que trabajaban en los hoteles.
El primer paso fue un esfuerzo unido por las Uniones en el campo culinario. La Unión Industrial de Trabajadores de Alimentos, de la que Jay Rubin era líder, se fusionó con las uniones existentes de la Federación Americana del Trabajo.
En junio de 1937, esas uniones establecieron un comité, el Comité Organizador de Empleados de Hoteles, Restaurantes y Cafeterías, para llevar a cabo una campaña masiva de organización. El Consejo Ejecutivo Conjunto de Nueva York, que representaba a los 11 locales culinarios de la Unión Internacional de Hoteles y Restaurantes en el área, nombró a Jay Rubin director general de la campaña. Él había tenido una parte iclave en el esfuerzo de unificación.
La Unión Internacional contribuyó $25,000 para financiar la campaña y los miembros de las 11 locales culinarias, que eran meseros, meseras, encargados del mostrador, lavaplatos y otros, contribuyeron voluntariamente 25 centavos al mes.
La campaña organizativa y de inscripción de la cadena Childs de 52 restaurantes que tenía un total de 3,200 empleados fue un éxito considerable,. Esto dio lugar a la afiliación a la Unión de muchos restaurantes y cafeterías y mejoras significativas en las condiciones de trabajo. Una huelga en los restaurantes Horn and Hardart resultó en un fracaso, pero ese trastorno no detuvo la corriente de organización.
Entones Rubin y otros líderes se enfocaron en los hoteles, y establecieron un Comité Organizador de Hoteles por separado. Para finales de 1937, unos cuantos hoteles habían sido organizados y habían aceptado la Unión. Además, se registraron un montón de peticiones para las elecciones de certificación ante el Consejo de Relaciones Laborales del Estado y, en cada uno de los casos en que los trabajadores tuvieron la oportunidad de votar, gracias a las leyes conseguidas bajo la presión de innumerables campañas de organización, estos votaron a favor de la Unión.
Esos meses fueron testigos de un esfuerzo doble. En las entradas para los empleados, y en los hoteles en los que podían hacerlo, los organizadores dedicados y los trabajadores voluntarios estaban propagando el mensaje del unionismo y así inscribiendo a cientos de trabajadores.
Al mismo tiempo, los líderes de la campaña estaban enfrascados en un esfuerzo difícil y determinado para unir a las uniones de los diversos oficios que tenían miembros en la industria hotelera.
Los trabajadores culinarios, trabajadores de servicio a edificios, electricistas, ingenieros, bomberos y otros grupos; habían uniones locales con jurisdicción sobre cada uno de estos en sus campos, y algunas de ellas tenían contratos con este o aquel hotel. Las divisiones entre los oficios eran muy marcadas y vencer los resentimientos de antaño y la solucionar e los conflictos y problemas arraigados requería tanta imaginación como paciencia.
Primeras exigencias
A medida que la campaña para afiliar a los trabajadores de hoteles a la Unión se puso en marcha en 1937, el comité organizador redactó una lista de exigencias que reflejaba las opiniones de los trabajadores en los hoteles y la publicó en el Volumen 1, Número 1 de un periódico de 4 páginas, The Hotel Worker:
- Un aumento general de sueldo para todos en el hotel.
- El establecimiento de sueldos mínimos estándares; y aquellos que ganaban más recibirían igualmente aumentos.
- Día de ocho horas. Sin horario dividido, ni regreso obligatorio
- Ningún despido sin motivo.
- No habrá multas, huellas digitales, ni ninguna otra intimidación personal.
- Reconocimiento de la Unión como agente de negociación.
- No habrá que pagar por los uniformes o su lavado.
- Buena comida.
Solo sueños fue lo que pensaron algunos en ese momento. Pero la mayoría de esto se hizo realidad para el primer contrato que se logró menos de dos años después. Yel resto, y otras exigencias que ni siquiera se podían imaginar entonces, cobraron vida con los siguientes contratos.
El Hotel Trades Council firma el primer contrato
El Hotel Trades Council (también conocido como el Hotel and Gaming Trades Council) fue el resultado exitoso. Su formación en febrero de 1938 fue un paso decisivo en la lucha de los trabajadores de hoteles por la dignidad y una vida mejor, el cual forjó el camino para conseguir el primer acuerdo sobre sueldos y horas en toda la ciudad, 11 meses más tarde.
El Hotel Trades Council, que ha sido un emprendimiento singular el cual se ganóo un lugar en la historia del movimiento laboral americano, le agregó una configuración de Unión industrial al unionismo por oficio de las locales. Las uniones locales mantuvieron sus identidades separadas y funciones importantes, pero el Hotel Trades Council se convirtió en la agencia central de organización, negociación y contratación para todos los trabajadores de hoteles.
En resumen, lo que esto significó fue que todos los trabajadores de hoteles encararon el futuro unidos.
Muchos factores y personas contribuyeron al logro histórico de la unidad. Pero un ingrediente indispensable fue el surgimiento de líderes que eran comprensivos, ingeniosos y perseverantes. La función clave de Jay Rubin en la lucha persistente para vencer todas las dificultades fue evidente con su puesto principal en el comité organizador de 1937, y por el hecho de que este fue electo como el primer presidente del Hotel Trades Council.
La creación del Hotel Trades Council alentó los esfuerzos de organización y además persuadió a muchos patronos hoteleros de que el unionismo había llegado a la industria hotelera de la Ciudad de Nueva York para quedarse. Un mes más tarde, el 23 de marzo de 1938, la Hotel Association firmó lo que se conoce como el Acuerdo del Estado Actual. Este reconocía al Hotel Trades Council como la Unión de los trabajadores de hoteles y fue un paso esencial para ganar el primer contrato.
Los próximos meses estuvieron marcados por una actividad extraordinaria, a medida que los organizadores y los voluntarios se enfrentaban a un hotel tras otro, donde lograron muchas victorias pero sufrieron también algunos retrocesos. En rápida sucesión, el Pennsylvania, el New Yorker, el McAlpin, el Commodore y muchos otros hoteles grandes fueron organizados y el Hotel Trades Council fue certificado como el agente de negociación colectiva. Para finales de 1938, más de 50 hoteles estaban sólidamente afiliados a la Unión.
Así comenzaron las negociaciones por el primer contrato. Algunos patronos, que aún creían que era posible regresar a la época antigua sin la Unión, no cedían en nada y adoptaban tácticas de evasión. Los trabajadores respondieron en el McAlpin y en algunos otros hoteles con acciones de protesta que paralizaron los servicios durante algunas horas.
Sin embargo, la mayoría de las gerencias de los hoteles estaban listas para llegar a un acuerdo. Estas reconocían que el unionismo era una fuerza creciente. No querían atravesar las huelgas como las que habían ocurrido en algunas de las cadenas de restaurantes. La Feria Mundial de 1939 estaba próxima a tener lugar, y ellos confiaban en que esta sacaría a los hoteles del largo período de depresión económica debido al pobre clima empresarial. Ellos querían la paz laboral. Y algunos de los más visionarios consideraban que el unionismo podría ayudar también a la industria; que los trabajadores que disfrutaban de mejor paga, seguridad y un trato dignificado proveerían un servicio refinado,,lo cual es el producto principal que venden los hoteles.
Algunos individuos no relacionados con la industria fueron muy valisos para solucionar las dificultades que obstaculizaban los acuerdos, notablemente el Padre John P. Boland, Presidente de la Junta de Relaciones Laborales del Estado.
La firma del contrato el 18 de enero de 1939 tuvo lugar en el edificio de la oficina estatal, en el 80 Centre Street. Este fue aclamado entusiásticamente por muchos líderes laborales y del gobierno, incluyendo al Gobernador Herbert Lehman. Stanley M. Isaacs, Presidente del Distrito de Manhattan, dijo que era, "un gran paso adelante en la historia de las relaciones laborales en esta ciudad".
La firma del contrato marcó el cierre de la larga era de fracasos; las décadas de uniones ‘que están aquí hoy y desaparecen mañana’ y de huelgas suspendidas. Desde luego, esto no significó el final de los problemas y de la lucha.
Una nueva lucha comenzó incluso al tiempo que se estaba firmando el contrato. Algunos patronos intransigentes contrataron a un abogado y comenzaron una impugnación legal, en vano, sobre el derecho de la Hotel Association a firmar un contrato para toda la industria. Y esos patronos y algunos otros sostuvieron la lucha en sus hoteles.
El contrato estipulaba que sólo entraría en vigor en un hotel cuando la gerencia del hotel lo firmaba. La Unión lanzó y promovió vigorosamente una campaña para lograr que las gerencias firmaran. Los hoteles Pennsylvania, Commodore, St. Regis, Edison, Essex House, Croydon y New Yorker firmaron rápidamente, pero otros se resistieron.
Los testarudos fueron sujetos a piquetes, tanto por parte de sus propios empleados como por comités voluntarios de los hoteles bajo contrato. Unas cuadrillas móviles distribuyeron volantes a los huéspedes en los vestíbulos, los comedores y los bares, solicitándoles su cooperación. Algunos de los hoteles intransigentes se dieron por vencidos y, para finales de 1939, 62 hoteles habían firmado el primer contrato.
Sin embargo, tomó años de esfuerzo adicional, incluyendo una amarga huelga y larga lucha en el Governor Clinton y campañas sumamente reñidas como la que organizó al Waldorf-Astoria, para hacer que la industria hotelera de la Ciudad de Nueva York estuviera cubierta prácticamente al 100 por ciento bajo nuestro contrato.
Otra lucha se desarrolló rápidamente sobre el asunto de la extorsión del contrato. La Local 32-A de los Empleados de Servicio a Edificios había desempeñado una función divisiva y obstruccionista durante y después de la formación del Hotel Trades Council. Rubin y otros líderes sospechaban que los funcionarios de la local eran corruptos, pero se esforzaron mucho para incorporar a esa local en el Council, tanto para garantizar la unidad como para que las otras locales pudieran controlar sus actividades.
En 1939 y 1940, se acumuló evidencia de que las sospechas eran acertadas, que los funcionarios del 32-A sólo tenían interés en cobrar las cuotas de los miembros y de extraer dinero de los patronos mediante extorsión. Se llevó a cabo una lucha firme para ponerle fin al control que tenían los extorsionistas sobre los trabajadores de servicio a edificios. En 1940, los trabajadores del servicio de recepción en los hoteles, los porteros, maleteros, operadores de elevadores, se rebelaron y establecieron la Local 144, que ha sido desde entonces una local afiliada al Hotel Trades Council. Ese mismo año, se condenó por extorsión al Presidente del 32-A, George Scalise.
Por lo tanto, en el período de cuatro años desde 1937 hasta 1940, se llevó a cabo una campaña exitosa de organización en los hoteles de la Ciudad de Nueva York, se solucionó el problema de la unidad con el establecimiento del Hotel Trades Council, se logró el avance de un primer contrato para toda la ciudad, y se eliminó para siempre el control de los extorsionistas sobre un segmento de la industria.
Jay Rubin, al reflexionar sobre ese logro en 1964, hizo énfasis en que "no se logró de un día para otro ni por inspiración repentina. Fue el resultado final de muchos años de esfuerzo y de aprender por medio de la experiencia, incluyendo la experiencia de aquellos valientes huelguistas iniciales cuyos nombres ni siquiera sabemos.
"La mayor lección que tuvo que aprenderse fue que tiene que haber unidad de la industria si los hoteles se iban a organizar y mantenerse organizados. La integración gradual de los oficios en el Hotel Trades Council fue un logro histórico."
La firma del contrato el 18 de enero de 1939 fue la Gran División en la historia de los trabajadores de hoteles. Detrás, y acabados, quedaron los fracasos. Adelante teníamos problemas y retos innumerables, pero la fuerza que consiguió ese primer contrato, las luchas de los trabajadores que crearon la Unión y forjaron la unidad en nuestras filas, hicieron posible el progreso que, paso a paso, nos ha traído a donde estamos actualmente.
Las luchas bajo el mismo liderazgo de la Unión, que sabía lo que era posible, han agregado logros en todas las negociaciones a aquellos que se consiguieron en el primer contrato. Estas cubrieron una amplia gama de temas, desde sueldos hasta seguridad de laboral, desde vacaciones y días feriados hasta salud y bienestar. Esta es la crónica orgullosa del progreso de la Unión.