La pérdida de una heroína estadounidense: la Jueza Ruth Bader Ginsburg

15 de octubre de 2020 10:05 AM

Por el Presidente Rich Maroko

El viernes 18 de septiembre, nuestra nación perdió una mente legal brillante, así como una defensora incansable de la igualdad, con el fallecimiento de la Jueza de la Corte Suprema Ruth Bader Ginsburg. La Jueza Ginsburg era una litigante sumamente inteligente, defensora de los derechos de las mujeres y feroz defensora de los estadounidenses más vulnerables.

Ella creía que nuestra Constitución y el derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad eran para todas las personas y no solo para los ricos y poderosos. Como abogada y luego como jefa del ala liberal de la Corte Suprema, la Jueza Ginsburg continuó la lucha para expandir los derechos civiles independientemente de la raza, sexo, religión, estatus migratorio u orientación sexual de una persona y se defendió de los conservadores que se resistían a ese progreso, y que ahora han emprendido una embestida para revertirlo.

La Jueza Ginsburg entendió que lo que realmente hace grande a Estados Unidos son las leyes que les brindan a todas las personas la oportunidad de buscar un futuro mejor, y es precisamente esta visión de nuestra Constitución y la ley la que me inspiró a mí a hacerme abogado. Es con gratitud, profunda tristeza y gran admiración que me gustaría rendir homenaje a sus contribuciones a nuestra nación y nuestra membresía.

La justicia destrozó los techos de cristal

La Jueza Ginsburg nació en Brooklyn, Nueva York. Su padre era un inmigrante judío de Ucrania y su madre era hija de inmigrantes polacos. Durante su infancia y temprana juventud, la Jueza Ginsburg fue testigo de primera mano de la intolerancia y el odio que los nuevos inmigrantes, como sus padres y abuelos, sufrían en Estados Unidos. Los vio sufrir discriminación, explotación en el trabajo, invisibilidad y pobreza con tal de darles a sus hijos un futuro mejor. A diferencia de muchos estadounidenses, la Jueza Ginsburg no olvidó de dónde ella provenía. Ella reconoció que sus padres y abuelos no eran diferentes a los que vienen a nuestro país en la actualidad. Ella decidió dedicar su vida a garantizar que aquellos inmigrantes que vinieran a nuestro país para crear una vida mejor gozaran de igual protección ante la ley, y a poner fin a la brutal persecución de algunos que ha persistido desde los primeros inicios de nuestro país.

Después de graduarse de la escuela secundaria James Madison en Sheepshead Bay, la Jueza Ginsburg asistió a la Universidad de Cornell y más tarde a la Facultad de Derecho de Harvard, donde fue una de nueve mujeres en una clase de unos 500 hombres. Se trasladó a la Facultad de Derecho de Columbia en la ciudad de Nueva York, donde se graduó con su título de abogada. A pesar de graduarse con el primer lugar en su clase en Columbia, la Jueza Ginsburg tuvo dificultades para conseguir trabajo después de graduarse. Los hombres dominaban el campo de las leyes, y la discriminación basada en el sexo aún era legal y, por lo tanto, considerada perfectamente aceptable por los “caballeros” de la profesión jurídica. En 1960, el entonces Juez de la Corte Suprema Felix Frankfurter la rechazó para una pasantía porque ella era mujer. Y en 1963, cuando fue contratada como profesora en la Universidad de Rutgers, le pagaban menos que a sus colegas hombres.

Estrategias legales creativas en el Proyecto de Derechos de la Mujer

En 1972, la Jueza Ginsburg cofundó el Proyecto de Derechos de la Mujer en la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU), donde elaboró una astuta estrategia para expandir los derechos de las mujeres en nuestro país. En lugar de persuadir a los tribunales para que acabaran rotundamente con la discriminación de género (y, en esencia, participaran en la creciente revolución por los derechos de las mujeres en Estados Unidos), la Jueza Ginsburg abordó los estatutos discriminatorios específicos uno por uno. Y, con pleno entendimiento de los prejuicios de su época y los de los jueces hombres ante quienes ella fuera a argumentar, la Jueza Ginsburg buscó casos en los que los hombres fueron discriminados por su género.

En su primer caso ante la Corte Suprema, Frontiero contra Richardson, la Jueza Ginsburg argumentó que la Teniente Sharron Frontiero y su esposo Joseph Frontiero fueron perjudicados por diferentes requisitos para que los hombres y las mujeres recibieran beneficios conyugales del ejército estadounidense. La Teniente Frontiero trabajaba para la Fuerza Aérea de los Estados Unidos y solicitó beneficios médicos y de vivienda para su esposo. Se le requirió a la familia Frontiero que demostrara que Joseph dependía económicamente de su esposa, un requisito que no se aplicaba a las esposas de los militares hombres. Al no poder hacerlo, a Joseph se le negaron los beneficios conyugales. La entonces abogada Ginsburg argumentó que a Joseph Frontiero se le negó la igualdad de trato bajo la Cláusula de Igualdad de Protección de la 14ª Enmienda con base en su sexo.

La Corte Suprema falló 8 a 1 a favor de la Teniente Frontiero y su esposo, y declaró que los beneficios militares no se pueden distribuir de manera diferente según el sexo. El fallo adelantó la lucha por la igualdad de género dentro del ejército y la Jueza Ginsburg estaba en camino a garantizar un trato igualitario ante la ley para las mujeres estadounidenses. Entre 1973 y 1976, ganó cinco de los seis casos que argumentó ante la Corte Suprema y cada caso se basaba en el anterior.

Continuación de la lucha por la igualdad de derechos desde el banquillo

En 1980, el Presidente Jimmy Carter nominó a la Jueza Ginsburg a la Corte de Apelaciones de los Estados Unidos (Circuito del DC). Trece años después, en 1993, el Presidente Bill Clinton la nominó a la Corte Suprema. Ella fue apenas la segunda mujer en servir en el máximo tribunal de la nación.

Mientras ocupó una posición en el banquillo, la Jueza Ginsburg continuó la lucha contra la discriminación de género, tanto al redactar la opinión del Tribunal como al redactar sus disidencias. Una de sus disidencias más famosas fue el caso Ledbetter contra Goodyear Tire & Rubber Co., en 2007. La demandante, Lilly Ledbetter, presentó una denuncia ante la Comisión para la Igualdad de Oportunidades en el Empleo (EEOC) donde alegaba discriminación de género. Después de trabajar para Goodyear durante 19 años, Ledbetter descubrió que se le pagaban miles de dólares menos que a los hombres que realizaban el mismo trabajo. A pesar de haber demostrado ante el tribunal que fue víctima de discriminación, la Corte Suprema falló en contra de Ledbetter y dictaminó que su reclamo había prescrito. El Tribunal dictaminó que Ledbetter, y los futuros trabajadores, tienen que presentar una acusación dentro del período de 180 días a partir de la discriminación ilegal, incluso si aún no saben que la discriminación está ocurriendo. La decisión mostró tanto una falta de sentido común como un nivel más bajo de justicia para la clase trabajadora, lo que hizo aún más difícil para los empleados ganar las ya difíciles demandas por discriminación.

En su disidencia, la Jueza Ginsburg describió el fallo de la Corte Suprema como “totalmente en conflicto con la sólida protección contra la discriminación en el centro de trabajo que el Congreso pretendía asegurar con el Título VII” y exhortó al Congreso a revocar la decisión de la Corte. Poco después, el recién electo Presidente Obama firmó su primer elemento legislativo: la Ley Lilly Ledbetter para un Salario Justo, que “reiniciaría el reloj” durante 180 días después de que se emitiera cada cheque de sueldo discriminatorio.

La lucha por la igualdad de género es familiar para muchos miembros de largo tiempo

Si bien los contratos de nuestra Unión prohibieron la discriminación laboral en 1942 (en un momento en que la discriminación racial y de género no solo era una práctica común, sino ampliamente aceptada), durante muchos años el IWA aún le permitía a la gerencia que les pagara a las meseras menos que a los meseros y a las encargadas de habitaciones menos que a los housemen a pesar de que sus trabajos son muy similares.

Como es posible que recuerden muchos miembros de largo tiempo, a principios de la década de 1980, nuestra Unión abordó este problema de manera agresiva. En 1981, en negociaciones con el Grand Hyatt, la Unión consiguió el mismo salario para las encargadas de habitaciones y los housemen. Ese mismo año, el ex Presidente de HTC, Vito Pitta, llevó a arbitraje la cuestión de la igualdad salarial. Durante casi 4 años, el árbitro en ese momento, Millard Cass, se negó a emitir un fallo. Y así, en 1986, nuestra Unión demandó en nombre de las encargadas de habitaciones bajo la Ley de Igualdad de Salario y el Título VII de la Ley de Derechos Civiles. Solo cinco días después, el árbitro Cass emitió una decisión, igualando los salarios entre las encargadas de habitaciones y los housemen, pero les permitió a los hoteles que asignaran a las encargadas de habitaciones hasta tres habitaciones adicionales a la semana para ahorrar dinero.

Nuestra Unión continuó poniendo presión e invirtió recursos en la demanda. Finalmente, en 1990, la Asociación de Hoteles y la Unión llegaron a un acuerdo extrajudicial durante las negociaciones del contrato. El acuerdo descartó la infame "decisión de las tres habitaciones" del árbitro y estableció que se les pagara a las encargadas de habitaciones por todas las habitaciones adicionales que pudieran limpiar. Además, aumentó las tasas salariales para las mujeres que trabajaban de noche y para otras mujeres en los departamentos de housekeeping de los hoteles que no habían tenido sus salarios igualados por la decisión del árbitro en 1985.

Llevar la antorcha en la lucha por la igualdad

La Jueza Ginsburg se dedicó a proteger nuestra Constitución y los derechos de todos los estadounidenses. Se sabe que sufrió dolores insoportables durante sus últimos años y, sin embargo, casi nunca faltó a un día de argumentos orales en la Corte.

Como Unión de mujeres, inmigrantes y personas de raza negra y latina, debemos agradecer a la Jueza Ginsburg por haber liderado la lucha por la igualdad. La mejor manera en que podemos rendirle homenaje es continuar llevando la antorcha en la lucha por un trato equitativo y justicia. Los trabajadores no afiliados a la Unión en nuestra industria todavía son víctimas con demasiada frecuencia de robo de salario y maltrato. La mayoría gana salarios de pobreza, carece de acceso a seguro médico a un costo asequible y están en una posición increíblemente vulnerable durante esta crisis, sin derecho legal a ser recontratados o negociar sobre normas de seguridad. Podemos honrar a la Jueza Ginsburg al continuar nuestro trabajo para organizar las industrias de juegos y hoteles no afiliadas a la Unión y desarrollar nuestro poder político para aprobar una legislación significativa que proteja a los trabajadores en nuestras comunidades.

En solidaridad,

Presidente de HTC Rich Maroko